sábado, 1 de octubre de 2011

Muéranse todos y seamos inmortales.

¿Y si muriéramos todos?
Así, de una, si muriéramos y las calles se vistieran de sangre oscura
y los gritos se enterraran entre escombros podridos
y ya no existiera nadie para ver madres llorando y reclamando
por algún hijo perdido y nadie escuchara sirenas urgentes
y teléfonos sonando y en definitiva ya no haya muerte,
porque qué es la muerte sino una ausencia
y qué es una ausencia
si nadie la siente.