Te pregunto por qué te estás yendo
y me respondés que no,
que vos no te vas a ningún lado.
Las puntas de mis dedos
buscan con urgencia las tuyas,
no las encuentran.
No entiendo nada
y mis gritos
no te alcanzan.
Te pregunto de nuevo
casi en un susurro
por qué te estás yendo,
pero creo que no me oís,
que estás muy lejos
y me duelen las palabras
que no digo.
Te veo desplomada
llorando
y acompaño el llanto
furioso
y comprendo
y te pregunto
por qué me estoy yendo.
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